14 DE ENERO DE 2012

MUGUETAJARRA
DE ALLÍ AL CIELO

Texto: Fernando Hualde
Foto: Iñaki Sagredo



Vista aérea de la iglesia de San Pedro

En una cota bastante elevada de la Peña de Izaga existió hasta hace unas décadas la localidad de Muguetajarra. Hoy sólo quedan sus ruinas.

            Navarra es una de esas zonas en donde, por los motivos que sea, que los habrá, existe un mayor número de despoblados; índice este que solo pueden llegar a igualar provincias como Soria o Huesca, principalmente. Y dentro de Navarra es evidente que la merindad de Sangüesa es quien más ha sufrido la despoblación durante la segunda mitad del siglo XX. Podríamos hablar en esta merindad de decenas de núcleos de población los que en esa mitad de siglo han visto apagarse su vida tras centurias de haberla mantenido. Cada uno de estos pueblos tiene sus causas por las que ha llegado a esta situación; y lo que sí es claro es que cerrar para siempre la puerta de una casa es de las cosas más traumáticas que puede haber, y tanto más si esa casa es además la última que quedaba habitada en el pueblo.
            A partir de ese momento la naturaleza hace todo lo demás; poco a poco las casas se van hundiendo, hasta quedar reducidas a escombros; y poco a poco, demasiado deprisa a veces, la vegetación se apresura a recuperar el espacio que un día el hombre le quitó. La mezcla de ambas cosas es… desoladora. Poco, o nada, se puede hacer para evitar que esos pueblos lleguen a desaparecer. Pero lo que sí se puede hacer, y en ello estamos a través de esta sección periodística, es evitar que la memoria se pierda; se puede recopilar y recoger su historia, salvaguardar sus últimos testimonios de vida, e incluso dejar constancia gráfica de cómo eran estos pueblos antes de extinguirse para siempre.


Dos Muguetas

            Hoy, como tantas veces hacemos, vamos a acercarnos a otro de los muchos despoblados que tienden a desaparecer físicamente. En esta ocasión nos vamos a ir al valle de Unciti, concretamente al lugar de Muguetajarra. El emplazamiento es inhóspito, y es de justicia reconocer que cuesta imaginarse la vida en este lugar. Pero lo cierto es que la tuvo, y durante siglos los vecinos de Muguetajarra y la Peña de Izaga se fusionaron en un binomio que entonces se creía indisoluble. Se encuentra este despoblado dentro del término municipal de Alzórriz; normalmente se accede a él desde la localidad de Celigueta (o Celigüeta, o Ziligüeta, al gusto), desde donde una pista, solo apta pata todoterrenos, permite acceder hasta lo que fueron sus casas. Es muy importante tener en cuenta que hoy, tanto Celigueta como Muguetajarra tienen el acceso restringido, pues son fincas particulares, y con abundante ganado suelto.
            De cara a profundizar en su historia lo primero que hay que tener en cuenta es que a Muguetajarra se le conocía siglos atrás con el nombre de Mugueta; por lo tanto es importante tener en cuenta este detalle para no entremezclar su historia con la del despoblado de Mugueta (valle de Lónguida), pues a nivel documental en el Archivo General de Navarra no hay marcada ninguna diferencia entre ambos despoblados, lo que obliga a estar atentos para no asignar parcelas de la historia de uno al otro, que no sería la primera vez que esto sucede.
            Ya en el año 1056 encontramos las primeras referencias de Muguetajarra, entonces con la grafía Mugueta, como sobrenombre locativo, en relación con su señor Sancho Ortiz. En el Libro del Rediezmo del año 1268 se le asigna una aportación de 16 dineros más 1 cahíz y 1 robo de trigo. Durante toda la Edad Media perteneció al colindante valle de Izagaondoa.
            Nunca tuvo Muguetajarra un número de vecinos relevante. Contaba en 1366 con un solo fuego labrador, y en 1427 aparecía como lugar despoblado. En 1845 Madoz sigue aludiendo a él como despoblado; sin embargo en 1887 tenía censados 33 vecinos; en 1920 tenía 35; en 1930 vivían 23 personas; 6 en 1940; 9 en 1950; 6 en 1960; y desde entonces vuelve a figurar como despoblado en todos los censos.


Últimos vecinos

            Es de sus últimos años cuando se ha tenido oportunidad de recoger algunos testimonios.
            Varios de los vecinos de los pueblos del entorno coinciden en señalar de sus últimos vecinos fue Fernando Armendáriz, seguramente el más conocido; teniendo en cuenta que la iglesia de San Pedro lleva muchas décadas abandonada y en ruinas, Fernando Armendáriz, pese a ello, acudía cada domingo a cumplir con el precepto a la iglesia de Ardanaz, que se encontraba a varios kilómetros de distancia.
            La octogenaria Alejandra Armendáriz Beorlegui, nacida en Guerguitiain, recuerda haber conocido en Muguetajarra a cuatro familias, y cómo los vecinos de Guerguitiain, Celigueta y Alzórriz, gustaban de subir a Muguetajarra el día 29 de abril, fiestas de ese lugar en honor a San Pedro Mártir. Cita ella a casa Faustino, casa Txaso (o Itxaso), “y un poco aparte estaba casa Feliciano”.
            José Mª Eslava Gil, de Indurain, y Domingo Larraya Elizalde, de Iriso, añaden a esta lista el nombre de la cuarta casa, que es casa Fernando, última en quedar habitada, que es donde quedó viviendo el mencionado Fernando Armendáriz con sus hijos. “Los de casa Itxaso se fueron a Turrillas, y los de casa Faustino se fueron a vivir a Guerguitiáin”. José Mª Eslava, que fue alcalde de Indurain durante 39 años, conoce muy bien todos los pueblos y entresijos de su entorno, y recuerda que los de Muguetajarra “vivían de la tierra. Ninguna de estas casas tenía en cultivo menos de doscientas robadas. En el verano venían a Muguetajarra los valencianos, a segar a mano”. Recuerda este informante que los niños de Muguetajarra acudían diariamente a la escuela de Indurain, bajaban por la mañana, temprano, y regresaban a su pueblo, siempre andando, al atardecer, que en invierno significaba al anochecer. No faltaba entre los niños de Muguetajarra y los de Indurain las batallas a bolazos de nieve, “y a la mañana siguiente tan amigos”.
            Otro octogenario, Desiderio Martínez Orradre, de Beroiz, tiene oído que cuando la guerra murió en Muguetajarra un muchacho al que alguien le pegó un tiro cuando iba cargado con un saco; su delito era ser afiliado de la central sindical UGT.
            Pero, sin duda, el personaje más famoso de Muguetajarra fue Miguel Olza Zunzarren, nacido en esa localidad en 1910, y que curiosamente se dedicó al mundo de la tauromaquia, como novillero, y con el sobrenombre de “Vaquerín”. Lamentablemente el 1 de agosto de 1931 fallecía en el Sanatorio de Toreros de Madrid como consecuencia de la mortal cogida de un novillo, dos días antes, en la localidad murciana de Calasparra. El historiador Mikel Zuza Viniegra, descendiente de Zuazu se ha preocupado, y se está preocupando, de recoger con detalle toda su biografía y cuanto material existe en torno a este personaje de Muguetajarra.
            A partir de aquí, los testimonios recogidos hasta ahora nos hablan de la presencia de los vecinos de Muguetajarra en la romería a San Miguel de Izaga. Normalmente en Izánoz se juntaban los penitentes de Indurain, Guerguitiáin, Muguetajarra y Vesolla, y desde allí salían todos juntos; “se ponían primero los de Izánoz, que eran ocho o diez, y ellos marcaban el camino”. Iban cantando oraciones, recuerda José Mª Eslava, “se cantaba la letanía, el Santo Dios, el Padre Nuestro, y el Avemaría; el Santo Dios se cantaba ya en Izaga, y lo cantábamos siempre los de Indurain:

Santo Dios,
Santo fuerte,
Santo inmortal,
 líbranos Señor de todo mal”.

“Al santuario de Izaga entrábamos en procesión. Se juntaba mucha gente. Para cuando los de Indurain llegábamos, los demás pueblos del valle ya habían llegado; y mucha gente salía a la senda, a nuestro encuentro, para entrar a la ermita con los de Indurain cantando la letanía. Una vez que se cantaba la letanía todos juntos, se rezaba un Padrenuestro a San Miguel, después los gozos, y se acababa con un ¡Viva! A San Miguel”.

            Hoy Muguetajarra, deshabitado, con su caserío disperso y en ruinas, reconvertido en finca ganadera, es un paraje silencioso, más alto que ningún otro pueblo de su entorno de Izaga. En poco tiempo ya no vivirá nadie de cuantos le han conocido con vida, y será entonces cuando todos estos testimonios cobren un valor especial; testimonios estos que hoy compartimos, entre otras razones, para que ya nunca se pierdan.


1 comentario:

  1. Faustino Calderón29 de enero de 2012, 14:29

    Si lo que pretendias era salvaguardar la memoria de Muguetajarra lo has conseguido plenamente. Las fiestas de San Pedro Mártir, los niños que bajaban a la escuela de Indurain, Fernando Armendariz como el último del lugar ó el novillero que dió un poco de fama a Muguetajarra quedaran guardados con llave en el baúl de la historia de los despoblados navarros. Y si imprescindible es la labor de estos octogenarios que todavia nos pueden contar vivencias y recuerdos de estos lugares no se queda atrás el que alguien se preocupe de conseguir y recopilar estos testimonios.
    Una vez más y van.... ¡ enhorabuena por el reportaje !

    Saludos.

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