18 DE JUNIO DE 2012

ILDEFONSO ASCUNCE
EL ÚLTIMO VECINO DE URBICAIN

Texto: Fernando Hualde
Fotos: Esteban Labiano



Recogemos hoy los recuerdos de un hombre del valle de Izagaondoa, fallecido esta semana, a quien la historia le asignó el papel de ser el último vecino de su casa, y de su pueblo.

            Este pasado miércoles, a la edad de 97 años, fallecía en la residencia de ancianos “San Isidro”, en Lumbier, Ildefonso Ascunce Garrués. Había sido él, precisamente, quien en el mes de diciembre de 2004, cuando ya iba a cumplir 90 años, tomó esa difícil decisión, o traumática más que difícil, de coger a su mujer, Rosario Cía, e irse con ella a una residencia de ancianos. Y si digo que es una decisión traumática es porque detrás de ese acto, aparentemente simple, de girar la llave de una puerta, estaba el hecho de poner el punto final a una casa… y a un pueblo. Urbicain, en el valle de Izagaondoa, quedaba deshabitado después de novecientos años de vida ininterrumpida; y casa Pedroz, construida en 1568, decía adiós a sus últimos inquilinos.


Testimonio grabado

            Casualmente, tres días antes del fallecimiento de Ildefonso, el domingo día 10 presentaba un servidor en ese valle el libro “Izagaondoa. Memoria de un valle”, con el que he recogido, salvaguardado y difundido, los testimonios de medio centenar de personas de este valle sobre épocas y formas de vida que hoy cuesta imaginar. A veinte de ellas les grabé en vídeo, para el Archivo del Patrimonio Oral e Inmaterial de Navarra, en donde en más de sesenta horas de grabación contaron sus recuerdos de aquellos tiempos que ellos y ellas conocieron y vivieron. He aprovechado la primera parte de este libro para incluir los dieciséis reportajes que sobre este valle había escrito en esta sección de DIARIO DE NOTICIAS. En la entrevista que, sobre el mencionado libro, me hizo la periodista Marian Zozaya, al reproducirla en el periódico, destacaron en un margen una de las frases que yo le dije: “una acera puede esperar, pero un anciano no espera”. La frase en cuestión cobra especial sentido con el fallecimiento de este antiguo vecino de Urbicain.
            Esta labor de recogida del patrimonio oral, en este valle, la comenzaba yo el 10 de noviembre de 2011, hace siete meses, y lo hacía acudiendo a Ildefonso Ascunce, nacido el 23 de enero de 1915, sabedor de que, por ley natural, no podía vivir muchos años más, y de que además tenía este hombre el valor de ser esa persona que, después de siglos de existencia vital, había puesto el punto final a un pueblo. Su testimonio era especialmente importante; y quise empezar por él. Pocos pueblos tenemos en Navarra de los que podamos contar con precisión cómo quedaron deshabitados.
            Ildefonso se nos ha ido ahora. Se habría perdido para siempre la memoria de lo que él vivió y conoció de no haber sido por esta entrevista que se le realizó hace siete meses; esta entrevista, como todas las que se hacen para el Archivo del Patrimonio Oral e Inmaterial de Navarra, es sometida a una política de conservación, de tal forma que queda garantizado que dentro de unas décadas, tal vez unos siglos, esa entrevista va a permanecer guardada, pudiendo servir para que las generaciones futuras conozcan de primera mano unas formas de vida narradas por sus protagonistas. Unas semanas antes de realizarse esta grabación, fue el madrileño Faustino Calderón, entusiasta de los pueblos deshabitados, quien desde Madrid se acercó hasta Lumbier y también le hizo una entrevista, que la incluyó en su blog a la hora de hablar de Urbicain (lospueblosdeshabitados.blogspot.com).

Casa Pedroz (Urbicain)

Resumen

            Aprovechamos el reportaje de hoy, recuerdo agradecido a Ildefonso Ascunce, fallecido esta semana, para reproducir aquí algunas pinceladas temáticas de lo que fue su entrevista. Que sea este un homenaje a su persona, también un homenaje a esa generación de hombres y mujeres que trabajó de sol a sol, alternando ese trabajo con guerras, postguerras y todo tipo de miserias. Y que sirva esto también de toque de atención a todos esos municipios navarros que todavía no han dado el paso de invertir para que la memoria de sus mayores, raíz y esencia de esa localidad, quede preservada para siempre en este Archivo del Patrimonio Oral.
            He aquí el testimonio, muy resumido, de lo que el último vecino de Urbicain nos contó sobre su pueblo:


ALCALDÍA

Ildefonso Ascunce llegó a ser alcalde de Urbicain durante 20 años. “Después se hizo cargo la propia Diputación; cada vez que un pueblo se quedaba con menos de tres casas habitadas la gestión de ese pueblo pasaba a manos de la Diputación”.


CASA MELCHOR

Era la casa más importante; tenía un buen portón, buenas piedras en la fachada, unas ventanas magníficas, y en su interior se destacaba por las escaleras de piedra.

Antiguamente eran los propietarios del molino, pero después lo vendieron a los de casa Icurgui.


CASA PEDROZ

Construida en 1568 por Pedro Oroz y señora. Tiene una portalada redonda que está a punto de caerse. En la planta baja tenían la cuadra, la masandería, el horno, y la bodega. La casa tenía en propiedad algo más de 26 robadas de viñas. “Cuando nos fuimos de casa, las cubas y la prensa allí se quedaron”.

La última generación de esta casa estuvo compuesta por doce hermanos, uno de ellos murió a los pocos días de nacer; los otros once eran: Lorenzo, Casilda, Pedro, Ildefonso, Santos, Daniel, Jesús, Paulino, Elena, Teresa y Eulalio. Todos ellos eran hijos de Cesáreo Ascunce (de Mutilva) y de María Garrués (heredera de la casa). Y a su vez María era hija de Lorenzo Garrués (heredero de la casa) y de Francisca Iriso. Se sabe que a Lorenzo se le murió la mujer, y seguidamente se casó con una hermana de ésta; con la primera tuvo tres o cuatro hijos, y con la segunda el resto.

“A la abuela no le queríamos mucho, tenía mucho genio, y en cuanto veía que no teníamos escuela nos juntaba a todos para enseñarnos el catecismo, y eso no nos gustaba nada”, decía Ildefonso.

Propiedad de la casa era el corral que hay anexo a la casa de la Abadía (en donde vivía el pastor), y la Casa de la Rosa.

En diciembre de 2004 los últimos habitantes de la casa y del pueblo, Ildefonso Ascunce y su esposa Rosario Cía (sin hijos), se marcharon a vivir a la residencia de ancianos de Lumbier. Desde entonces Urbicain quedó despoblado.


ESCUELA

Desde Urbicain y desde Izánoz iban a la escuela de Turrillas. A la escuela de ese pueblo acudían únicamente los vecinos de estos tres lugares. Recordaba el caso de un maestro que vivía en Izánoz, y que desde allí iba y volvía todos los días a Turrillas a dar clase.


FIESTAS

Se celebraban el 2 de septiembre, en honor a San Esteban (patrón y titular de la iglesia). Si llovía se hacía el baile en alguna casa, pero sino en la calle.


HERRERO

En Urbicain no había ningún herrero. Para este servicio había que desplazarse a Ardanaz, Tabar, Artieda, Urroz, Aoiz… según lo que quisieses.


JUEGOS

No recuerda ningún juego en especial


LUZ ELÉCTRICA

Urbicain se abastecía de luz desde el molino de San Vicente, pero era un tendido de dos hilos, que no te permitía encender muchas luces. Después se puso un trazado nuevo, “creo que de tres hilos”, pero el problema fue que desde un lado a ese nuevo tendido se le hizo llegar hasta Iriso, y desde el otro lado se le hizo llegar hasta Indurain, así que Urbicain se quedó sin luz. Fueron necesarias unas gestiones posteriores para que finalmente el nuevo tendido llegase hasta Urbicain.


MOLINO

El molino perteneció siempre a la Casa Melchor, pero estos lo vendieron posteriormente a los de Casa Icurgui, que son los que se encargaron de su explotación hasta el final. En los últimos años tan sólo se molía el pienso para los animales.

“Funcionaba a balsadas. En una balsa recogíamos el agua de un barranco que bajaba de Izaga. Cuando la balsa estaba llena se subía la compuerta y esa agua hacía funcionar al molino; y cuando ya tenía poca fuerza el agua se volvía a cerrar la compuerta y había que esperar a que se volviese a llenar la balsa”, decía Ildefonso Ascunce.


PROPIEDAD

En el último cuarto del siglo XX (seguramente en los años setenta) el pueblo fue comprado por José Biurrun Echeverría, conocido también como “el catalán”, y más conocido aún como “el puritos”. Compró todo el pueblo, excepto la casa pedroz y sus correspondientes propiedades.
La salud de Ildefonso hizo que éste, que llevaba las tierras del terrateniente, acabase vendiéndole sus campos (limitándose desde entonces Ildefonso a criar algunos animales en casa).
José Biurrun (natural de Biurrun) tenía su “cuartel general” en Lecaun, a donde acudía periódicamente Ildefonso a rendirle cuentas.


REYES MAGOS

“En mi infancia lo único que nos traían los Reyes Magos eran cuatro higos secos; ¿qué más quieres que nos trajesen si éramos once hermanos?”.


SACERDOTES

“Por mi padre sé que hubo un cura que vivía en casa de la Abadía, pero no sé cómo se llamaba. Después –a ese ya le conocí yo- vino don Ángel, que vivió en nuestra casa (Casa Pedroz), y ya después vino don Narciso Larraya, que era de Iriso, y ese vivió en la casa de la Abadía.

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