25 DE NOVIEMBRE DE 2012

CATALAIN
DE MONASTERIO A ERMITA

Texto: Fernando Hualde



El arte románico fue generoso en Navarra. La ermita del Santo Cristo de Catalain, además de exhibir este arte esconde en sus muros una historia de rivalidades entre Roncesvalles y Garinoain .  

Hay lugares que, por la razón que sea, tienen magia, tienen un encanto especial; es como si sus paredes, sus piedras, su aspecto, su ubicación… emanasen algo que produce un cierto encanto, una atracción. A veces, muchas, depende todo de los ojos con los que se contemple, o con la capacidad que tengamos de ver más allá de las piedras.
Uno de estos lugares, en mi opinión, lo encontramos en la Valdorba, concretamente en la carretera que desde Garinoain nos lleva hacia Leoz. En esa carretera, a tan sólo un kilómetro de la primera localidad mencionada, nos recibe en el lado derecho un majestuoso templo románico a quien la altiva espadaña le aporta una silueta, recortada contra el cielo, que le hace inconfundible; custodiada esta, además, desde la retaguardia por un cimborrio hexagonal, que todavía le hace más excepcional en su aspecto. Es Catalain, o Katalain, al gusto.
Siempre lo hemos conocido como ermita, o “hermita”, tal y como reza el azulejo de cerámica que hay sobre el crismón de su portada, escrito en aquellos tiempos en los que no existía la ortografía; igual que siempre lo hemos conocido como centro de peregrinaciones para toda la Valdorba, y también para una zona mucho más amplia, a donde antaño se acudía en procesión, cada pueblo, cuando había sequías o cuando había determinadas necesidades. Sin olvidarnos de que desde el siglo XIII estuvo ejerciendo un doble papel de hospital de peregrinos.
Hoy, en pleno siglo XXI, cuesta para algunos creer que Catalain era también un núcleo de población; cuesta creer que fue un cenobio monacal, con templo, viviendas, corrales y almacenes, que hoy piden a gritos un esfuerzo por mantenerlos, pues el templo hay que entenderlo con todo el entramado de edificios que le acompañaba; cuesta creer que tuvo siempre su “santero”, que se ocupaba de recorrer todos los pueblos del entorno llevando una capilla portátil, con una pequeña hucha, con la que iba recogiendo limosnas para el culto al Santísimo Cristo de Catalain, quien dice limosnas dice sacos de grano u otros productos; y cuesta creer que antaño tuvo este templo la categoría de monasterio, dependiente de Roncesvalles, con todos los problemas que se derivaban de ello.


Historia

Evidentemente detrás de un edificio como este, y detrás también del conjunto de edificios que tuvo a su alrededor a modo de cenobio, de los que hoy todavía quedan restos, hay una historia más o menos rica que, sin duda, merece conocer.
Nos vamos nada menos que hasta el año 1207 para encontrar las primeras referencias documentales de este lugar; sabemos que hasta entonces perteneció a un “monasteriolo” (iglesia propia), y según un cuaderno de donaciones de Roncesvalles, extractado del becerro en 1585, es en ese año de 1207 cuando sus propietarios, Jimeno y Miguel de Garinoain, lo donan a Santa María de Roncesvalles. Desconocían entonces los conflictos que se derivarían de esa donación tan generosa. Hay que reconocer que, por otro lado, hay otros documentos que atribuyen esta donación al propio rey Sancho el Fuerte, y que la ubican en 1203. Consten en acta ambas hipótesis, aunque el resultado viene a ser el mismo.
Los Estatutos de Roncesvalles, escritos en 1287, citan a Catalain como una clavería dentro de las posesiones que entonces tenían. Lo cierto es que, desde su condición de propietarios, eran los canónigos de Roncesvalles los que pusieron allí caseros y los que nombraban capellán. Llegados a este último aspecto, aparentemente nimio, hay que decir que en algunas ocasiones los canónigos tuvieron a bien nombrar como capellán al propio vicario de Garinoain, mientras que en otras ocasiones el capellán de Catalain y el vicario de Garinoain escenificaron serios conflictos.
En el primero de los casos nos encontramos con que en el año 1581, estando la capellanía en manos del vicario, los jurados (ayuntamiento) y los vecinos de Garinoain dirigieron un escrito a la Colegiata de Roncesvalles pidiendo para su vicario un aumento de sueldo; esta claro que las reivindicaciones laborales no son cosa de ahora. Unos años más tarde, en 1597, era el propio vicario, Martín de Lanz, quien osaba hacer sus propias reivindicaciones.
Y en el segundo de los casos, el del conflicto entre el capellán y el vicario, un ejemplo claro lo encontramos en el año 1674, tiempo aquel en el que el nuevo capellán, Martín de Iturgoyen, no sólo no le dejó decir misa en Catalain al vicario de Garinoain, Francisco de Olondriz, sino que lo echó del templo a empujones, generando el consiguiente malestar en la zona. De hecho, el día de San Miguel, cumpliendo con la tradición, este vicario fue con los vecinos de Garinoain hasta Catalain para celebrarles y predicarles la misa, como siempre había hecho; pero para su sorpresa se encontraron con que el capellán les cerró la puerta para evitar que entrasen, y además les amenazó con un arcabuz; ambos detalles no gustaron mucho a los de Garinoain quienes, lejos de asustarse, rompieron la puerta a hachazos. Sobra decir que estas desavenencias no fueron a menos precisamente. Y en 1676, nuevamente en la festividad de San Miguel, el vicario quiso tomarle la delantera al capellán, para hacerse fuerte en la iglesia; pero parece que esta acción ya se esperaba, como lo demuestra la presencia, ese día, del canónigo de Roncesvalles, Juan Andrés de Esnoz, quien se ocupó de levantar acta de cuanto sucedía ante sus ojos redactando un informe de aquellos incidentes; les recibieron nuevamente con la puerta cerrada. El vicario, en su enfado, no tuvo contemplaciones ni tan siquiera con el canónigo, a quien insultó y agredió; es fácil imaginárselo remangándose los hábitos y administrando su particular visión de la justicia. Al igual que había sucedido dos años antes, la verdadera perjudicada de este conflicto fue la puerta de la iglesia; vuelta a sacar el hacha los de Garinoain, vuelta a romperla, y con su cura al frente, allí que entraron, y allí que escucharon misa cantada, con más solemnidad que nunca. Algo me dice que durante esta misa, en la anexa casa parroquial, estaría el capellán tratando de restaurar las narices, tal vez también los dientes, del canónigo maltrecho, mientras éste, armado de pluma y pergamino, trataba de redactar ya un encendido informe de cuanto había vivido… en carne propia.
En el siglo XVIII se llevaron a cabo importantes reformas en este templo románico, que afectaron principalmente a la cubierta, al coro, y a las dependencias anexas. Se hizo también una cúpula encima del presbiterio, con una linterna, que en restauraciones posteriores se ha convertido en el cimborrio que hoy vemos, entendiendo que así se recuperaba su primitivo aspecto.
Por lo demás, tal y como recogió Fernando Pérez Ollo en su libro sobre las ermitas de Navarra, en la visita que don Lorenzo Igual de Soria realizó en 1801 a este templo, considerado ermita desde el siglo XVI que fue cuando suponemos habría dejado de haber monjes y cuando dejó de ser albergue de peregrinos, mandó y dispuso este clérigo visitador, que “se retoque el bulto del Ssmo. Christo y se perfeccione la mano derecha”.
Sabemos que en 1802 la localidad de Catalain se reducía a tres casas y la ermita; era una especie de granja sometida a régimen señorial. Datos de 1828 nos aportan la información de que en ese año había en este lugar una habitación para el capellán, o para el ermitaño, así como una casa vecinal con dos inquilinos, y que disponía el lugar de una hacienda amplia que incluía cuatro piezas en Gandiriain, desolado de la Valdorba, y en los términos o parajes de Chapardía, Cutandur, Elchoarrana, Murgain, y Urrutin. En 1842 contaba con 7 vecinos, que ascendían ya a 15 en 1887, y a 23 en 1930, para caer después a 6 en 1940, a 7 en 1950, y a 4 en 1960, figurando a partir de entonces como despoblado.


Templo románico

Desde el punto de vista artístico, y metiéndome en terrenos que otros dominan mucho mejor que yo, cabe destacar que Catalain es un bello ejemplo de arquitectura románica.
Quienes entienden encuentran en este edificio una cierta relación con otras iglesias navarras no muy lejanas, también románicas, como las de San Pedro, de Echano, y la de la Asunción, de Olleta.
Al margen del interés que despierta el edificio en su conjunto, tanto a nivel interior como a nivel exterior, en mi opinión, que es la opinión de quien no domina el arte románico y se sitúa delante de este edificio religioso, son interesantes los capiteles de la portada, de forma muy especial el que representa a un hombrecillo en cuclillas –algunos defienden que es un mono- y con un cordel al cuello, que pudiera representar a la esclavitud del pecado, entre otras hipótesis; no menos interesantes me parece que son los canecillos, a pesar de su estado, que circundan el ábside; y de gran atractivo me parecen igualmente todas las marcas de cantero que se pueden llegar a ver en sus piedras, dentro y fuera, que van desde líneas en espiral hasta una cruz ibérica, pasando por la estrella de cinco puntas.
Pero vamos a la opinión de quienes verdaderamente conocen y saben. Ander Ortega en su página web www.romanicoennavarra.info , de obligada visita para quien quiera conocer a fondo el románico en Navarra, nos habla de los capiteles de la portada interpretados desde su visión, que es mucho más fiable que la mía propia, y nos dice que estos capiteles figurativos exhiben representaciones historiadas: “de izquierda a derecha, vemos en el primero arpías enfrentadas, en el siguiente personajes portando algo, uno de ellos báculo y libro; al otro lado un mono ensogado entre dos personajes y garzas, y, en el último dos caballeros enfrentados con las espadas desenvainadas”. De los canecillos, que a mí se me antojan interesantes pero muy desgastados, dice Ander Ortega que están muy deteriorados, y que en ellos “se pueden observar cabezas de animales, cabezas humanas, representaciones geométricas, ajedrezados, rollos, y diversas representaciones humanas cuyo significado es difícil determinar”.
Remito a la mencionada página web para quien quiera conocer más a fondo todo el arte románico que alberga y atesora este templo de Catalain, así como otros edificios religiosos de su entorno, pues Catalain, desde el punto de vista artístico es mucho más que capiteles y canecillos.
Nos quedamos con esta visión general de historia y de arte, suficiente para acercarse a este lugar y verlo con otros ojos, para verlo con un espíritu sensible, para dejar correr la imaginación y comparecerse, ¿porqué no decirlo?, de esa pobre puerta, que tantas desavenencias sufrió.

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